El argentino Néstor García ya se instauró en la historia deportiva de Venezuela. El “Che” logró lo impensable, una clasificación a unos juegos olímpicos con un equipo diezmado, pero que él con su trabajo lo puso a jugar al máximo nivel.
García y su escuadra se ganaron el respeto no solo del país, sino de un continente entero por su manera de ejecutar en la cancha. El estratega sacó lo mejor de sus dirigidos.
-¿Cómo logró que un equipo con conocidas limitaciones físicas y técnicas tuviera un desempeño de primer nivel en el Preolímpico?
-Buscamos que todos se sintieran involucrados. Ya son tres años cambiando una forma de jugar. Hay que tener mucha cabeza dura. Citamos a muchos jugadores para conocer quiénes podían jugar de la manera en que creemos. Los jugadores tienen mucho temple porque ellos saben que en la liga no juegan como aquí pero tienen la capacidad de hacer el cambio. También ha sido cuestión de hablar mucho y este grupo tiene una característica, todos son solidarios y se van involucrando.
-El fracaso de los Panamericanos hizo que no se tuviera mucha fe en este grupo. ¿Qué pasó?
-Manejamos mal el éxito del Suramericano y eso fue un punto de inflexión. Nosotros pensábamos que ya las cosas estaban sentadas y no fue así. Esto hay que seguirlo todos los días. En lo que terminaron los Panamericanos y nos volvimos a juntar, empezamos a trabajar como antes.
-¿Este es el logro más grande de su carrera?
-Viviéndolo como lo estoy viviendo ahora, creo que sí. Este momento me hizo sentir como un niño. Mis hijos me hicieron ver el video en el que aparezco corriendo por la cancha y desde que me vi, hasta hoy, me han pasado cosas internas que no había sentido. Esto es un sueño. Venir y ver a todo un estadio gritando por nosotros, me hace sentir que la gente creía que nosotros nos lo merecíamos. Hemos tenido el reconocimiento de todos y eso me hace creer que sí es mi más grande logro.
-¿Se ha imaginado cómo será el escenario olímpico, estar entre los mejores 12 del mundo?
-Esto ha sido tremendamente desgastante, me levanto en la mañana y me duele todo, pero es tanta la alegría que tengo que no me lo puedo imaginar. Cuando la Federación me contrata a mí, la prioridad era crecer y lo que más feliz me puso después de haber ganado, fue el foul que nos pitaron a favor en lo último y eso es porque ya nos ganamos el respeto.
-¿Cómo vivió esos instantes finales cuando se remontó la diferencia de siete puntos?
-Cuando estábamos siete abajo yo pedí un tiempo y digo: “Vamos a meter este canasto y a defender durísimo”. Eran dos posesiones. Cuando Heissler (Guillent) les clava el triplazo ese que se lanza hacia atrás y nos ponemos a cuatro, yo dentro de mí dije: “Se jodieron”, porque ya los nuestros estaban salvajes. Cuando les dije a los jugadores: “Estamos a tres minutos de los Juegos Olímpicos fue como decirles: ‘Salgan y maten a alguien’”.
-La historia se repitió. Julio Toro ganó el Suramericano y luego consiguió la clasificación a los olímpicos. Usted hizo exactamente lo mismo.
-Julio es mi padre en el baloncesto, siempre lo he dicho. Así lo quiso la mano de Dios, por algo lo conocí cuando tenía 15 años, por algo fui su asistente, por algo él es el que me habla y me lleva a Venezuela. Es algo sobrenatural. Me llamó después del juego y me dijo que estaba muy orgulloso. Se lo dedico a él. Julio es un venezolano más.
-Usted dijo que le estaba retribuyendo a Venezuela todo lo que le había dado. Pagó con creces.
-Llevo 9 meses fuera de casa y si lo hago es porque Venezuela me ha dado mucho. Soy un agradecido por el respeto que me brindan, la prensa me respeta, la gente me para en la calle porque sienten que soy de ahí. Cuando tú sientes que alguien te adopta tú sientes agradecimiento. A mi Venezuela me dio para esto. Es un país al que quiero. A mí el venezolano me parece humilde, cariñoso. Sé que la gente ahora me dará más cariño y eso es un sueño para mí porque los entrenadores somos muy castigados.
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